CAPRICHO ADOLESCENTE
“Ámame aunque mañana al despertar ya no me
recuerdes”
OSWALDO REYNOSO
Conocí a Oswaldo Reynoso iniciando mis veinte años, yo no lo traté mucho
como persona, más sí como autor, lo admiraba un montón porque hasta mis 19 años
habían llegado a manos mías, para deleite de mis ojos dos maravillosas obras: “En
octubre no hay milagros” y “Los inocentes” esto cuando estudiaba literatura en
Arequipa, así que, en 2014, impetuosa, me enrumbé a Lima para hablar con “el
profesor”.
Era de tarde en un día de enero, pero no con la luna en mi nariz, gracias
al editor Jorge Roncal conseguí la dirección del autor en Jesús María, mi tío Elmer
Sánchez condujo hasta tal distrito, y por un momento me dijo que me esperaba en
el parquecito cerca a su edificio, pero estaba tan nerviosa que le pedí por
favor que me acompañe, sentía que iba a conocer a una estrella de rock.
Al llegar a la puerta de su casa y preguntar por él, el portero nos dijo que,
si estaba pero que había llegado de dar una conferencia en Ricardo Palma, toque
el timbre con incertidumbre, pensé que estaría cansado y sin ganas de recibir
visitas. Apenas toque el interlocutor pregunto quien era, y atine a responder:
-
Me
llamo Lily Sánchez y vengo desde Arequipa a entrevistarlo.
-
Ay,
eres de Arequipa, pasa. - me respondió –
Y sentí tanto entusiasmo, un grande me había abierto las puertas de su
casa, la alegría me desbordaba por los poros, era la primera entrevista que
hacía en mi vida, y entré con el pie derecho, aunque hoy estoy segura de que al
autor le hubiera gustado que entré con el izquierdo; mi tío con cámara en mano
saludo al autor, y al salir aplaudió tanto que tuvo que soltarla.
La entrevista inició subjetivamente, y a medida que le hacía preguntas
sobre sus obras y él se explayaba y yo descubría nuevos temas que hasta el día
de hoy investigo, hablamos por ejemplo de la revolución en la época de Manuel Odría – y al leer los Eunucos inmortales años después, entendí porque me contó
de esa fosa común, el vivió lo mismo en China, pero con una pira común - también
conversamos sobre su hermano, me mostró los libros donde aparecía, las fotos,
luego hablamos de la grosería en la novela “En octubre no hay milagros” y él
cansado con la correa y el botón desabrochados, me dijo con mucha fuerza y énfasis
en su léxico :
-
Por
respeto a la audiencia no iba a leer los párrafos de mi novela, ya que habían
muchas palabras groseras, yo le dije al que me entrevistaba en se entonces: ¡no
hay ninguna palabra grosera!, pero acá está me decía, y me pregunto: ¿para
usted que es una grosería?; recuerdo que le contesté: ¡La palabra patria en
boca de un militar traidor es una grosería; la palabra justicia en boca de un
juez que condena a inocentes es una grosería; la palabra Dios en un cura
avariento de conducta mala, allí la palabra Dios se transforma y es una
grosería, pero cuando a algún muchacho de un barrio pobre de Lima, viene otro
por detrás y le da una patada y voltea y le dice ¡Que te pasa oye
conchetumadre! Esa no es grosería porque le sale sinceramente desde lo más
hondo de su ser.
Fue tan enfático que mi tío dejo el grabador y aplaudió enérgicamente, yo
lo escuchaba y miraba admiraba como gato con botas en la película con Homty
Dumpty, con la poca inocencia que queda cuando terminas tus 19, tiempo después
solo quedaron las palabras porque el grabador se perdió.
Lo que no extravié fue mi admiración por Oswaldo Reynoso - la reina - lo
volví a ver cuando trabajaba en la Feria Internacional del Libro de Arequipa en
2014, donde le regalé mi revista Zentauro, no pude escribir sobre su muerte en
2016, porque mis gemelitas estaban muy chiquitas y postergué mi investigación
sobre su obra por unos años, pero en 2018 inicié un festival que lleva por título
una analogía de su novela “En octubre sí hay milagros”, que ya va por su
tercera edición.
Ahora en plena pandemia 20 20, he retomado su obra como objeto de estudio
con fuerza, tan así que realizo mi tesis sobre su libro póstumo “Capricho en
otoño azul”, un bate poético que retrata la emotividad y arte del color azul,
el color de Rubén Darío, un color con el que se identifica, el azul es O. – y en
“Los Eunucos Inmortales” él es el profesor O. – un azul que refleja el eterno cielo
de Arequipa, el azulísimo mar del caribe; el azul es el color de sus paisajes
interiores, la juventud, un azul fuego, equivalente
al rojo, la nostalgia azul, un azul misterioso; múltiple y arcano; divino y
demoniaco.
En el libro “Capricho en azul” empieza describiendo el conceto de capricho,
para luego seguir con un cuento dedicado a Rómulo, el texto es un compilado de
poemas, cuentos y memorias, donde cita a poetas como: Rimbaud; Novelais; Reyner
María Rilke; Vallejo entre otros y a narradores como: Ribeyro, García Marqués;
etc. Particularmente me agradaron mucho los cuentos “Eterno cielo azul” y “El
arte es azul”, sin embargo, los textos “Plaza San Martín” y “Gloria in excelsis”
plasman discursos ya vistos en las novelas anteriores como, por ejemplo: “En octubre
no hay milagros” ya profesan el mismo inicio: “Gira gira…” asimismo
retratar la homosexualidad más allá del que dirá la sociedad es una liberación que
encuentra con la felicidad tan anhelada que buscó y fue aprendiendo a medida
que se forjaba como escritor, esa felicidad que no le dio su patria, pero que
al mismo tiempo encontró poetizando a la juventud inocente, como la prosa
poética de una adolescente de 19 años que planifica su primera entrevista.
muy bonita semblanza y vibra, auténtica, fresca ....avanti! / pd idem con la foto, yano
ResponderEliminarya