FÚTBOL Y FEMINISMO
Conocí a Briggite cuando tenía 14
años, ella tenía 13 – una edad en que las hormonas de los niñes rebalsan por
salir – ambas asistíamos a vacaciones útiles para aprender sobre química y
física; su aspecto no era muy femenino, vestía pantalones a rayas sueltos y
polos sueltos color negro con el estampado de ídolos de estrellas de rock
juveniles, no obstante, sus pulseras abarcaban toda mi atención y mi mirada siempre
se dirigía a los colores de las pulseras rojas y negras, las pulseras poseían
todas las figuras geométricas habidas y por haber, un bello universo más allá
del cosmos; un día me senté a su costado
y le pregunte por sus pulseras, la verdad yo pensaba que se cubría ciertas
cicatrices que veía en muchos chicos “emos”
de aquellos años - era el 2006 y yo iba a cursar el tercer año de secundaría
- con respecto a las pulseras, ella me
dijo que se las compraba su papá, que era muy hincha del “Melgar” y cada que podía la llevaba a los partidos de local.
Recordé entonces cuando mi padre
nos llevó a mí a mis hermanas de más
chicas, a uno de esos partidos, así que se lo comente, entonces Briggite con
una mirada cómplice que nos identifico como amigas desde ese momento, me invito
a acompañar a ella y a su padre a un partido de local, eran épocas donde mi
madre no se daba cuenta si salía o no, así que con la intención de distraerme
acepté.
El partido fue un miércoles, Bri
me llevo a la caminata previa al partido, en ella, los “hinchas” se reunían
para alentar caminando por las calles con canticos que componían ellos mismos,
en honor al equipo de sus amores, el león del sur, el domino, el infierno
rojinegro, que representaba al Foot Ball
Club, al que pertenecían, que además adquirió el nombre de un poeta local,
un héroe de guerra, que irradiaba pasión en los versos que le profesaba a su
amada Silvia, y que falleció a los muy joven, exactamente a los 21 años, con
toda una vida por vivir y una obra por escribir, no obstante, este equipo lo
rememoraba desde mi puberta mirada, con la pasión de un amante a su amada, “Melgar” y el equipo de Melgar no dejaban
de cautivarme. Cuando empezó a sonar la percusión y el sonido de la trompeta el
corazón empezó a palpitarme muy rápido, levante la mirada y vi banderolas
rojinegras, que flameaban en el aire, en señal de que la acción iba a comenzar,
la adrenalina de la gente era contagiosa, entrelace mi codo al de Bri y
empezamos a caminar resguardadas de su padre y sus tíos; ya que, en la “barra” la mayoría eran hombres.
Cuando llegamos al estadio,
formamos una incómoda fila para ingresar, algunos hinchas parecían mandriles de
los que uno debía cuidarse, no por su aspecto más bien porque en general
parecían animales que no aprendieron a controlar su sentimientos y emociones,
dos años después mi profesor de psicología nos explico en clases, que el fútbol
se traba de pasión, lo cual descubrí al alentar por primera vez en el “Estadio
Melgar” al equipo de mis amores y digo de mis amores, porque aquel día fue como
la primera cita donde contacta con quien será el amor de tu vida, de alguna
manera asumí un compromiso con el equipo que me rescataba de mis solitarias e
incomprendidas tardes aburridas, cuando discutía con papá y estaba al borde del
capricho, recordaba que Melgar jugaba de local y se me pasaba el berrinche para
que me den permiso para asistir.
Asistí a los partidos de Melgar
por dos años consecutivos, no me perdí ninguno, incluso viajaba cuando podía
para verlo jugar en la capital, con Melgar aprendí a perder y a ganar con la euforia
compartida, que solo comprenden los hinchas cuando lanzan las fuertes ondas
sonoras de un ¡goooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooollll!
Cuando salí del colegio, no pude asistir
más seguido a los partidos porque debía prepararme para ingresar a la
universidad, además en aquellos años (2008) los partidos en Lima se salían de
control y los “hinchas” eran muy radicales, recuerdo que mi madre me prohibió ir
a un partido cuando en los noticieros narraban hechos irracionales que
indignaban al colectivo, entre ellos, dos que sonaron a viva voz. El primero: “Un
hincha arroja de Alianza arroja de su palco a otro hincha de Universitario,
porque habían tenido conflictos antes de ingresar al estadio”, el segundo: “Lima:
una mujer es empujada de un bus en movimiento, por un grupo de hinchas que
subieron frenéticos a automóvil, en día de partido” (solo por parafrasearlos),
además las series de carácter ficcional que solamente mostraban la violencia de
las barras bravas contribuyo, para que en el 200º yo sea la “apestada” de la
familia por ser parte de la barra de oriente del Melgar. Yo sabía que no era cierto porque cuando
lleve a mi hermana a que me acompañe a los partidos o cuando Bri y otras amigas
me acompañaban yo sabía que surgía un descubrir nuevo en ellas que sobrepasaba,
lo racional para convertirse en metafísica.
Bueno resulta que, a pesar de que
los “hinchas” se defendían atribuyendo que no todos los que iban a alentar eran
de mal vivir, y que muchos de ellos eran profesionales, las cosas no siempre
eran lo que parecían, lo cierto es que privadamente, si se cometían excesos
como el robo de camisetas a pobres inocentes de equipos contrarios, peleas
callejeras por banderolas de grupos formados dentro de las tribunas, entre
otras cosas denigrantes, que inevitablemente les dejaba mal parados, se
intentaban mezclar las cosas, pero muchos abogaban porque no se revuelvan, yo
deje de asistir por un buen tiempo cuando ingrese a la universidad y tuve a mi
primera hija, pero la pasión, y las ganas de alentar nunca desaparecieron del
cuerpo que aguantaba caminar largas caminatas interdistritales para ver jugar
al equipo de su región.
Han pasado diez años y en mi
segunda oportunidad de ser madre, cuestione tanto al feminismo. Anteriormente
me parecían tan básicas las muchachas poseras que se autodenominaban feministas
por pintar solas su habitación, o aquellas que amedrentaban ebrias a los
hombres por rabia, autodefiniendo su acto como feminismo, pero al día de hoy su
radicalismo es tan nocivo, que no es necesario un fundamento racional para que
las justifiquen. Es cierto que se ha invizivilado a la mujer en muchas facetas
de la historia, incluso recuerden que les conté que en el 2006 éramos apenas 5
mujeres en la “barra”, que no eran más que la madre de un hincha, la enamorada
de otro, la hija y la amiga de… solo por dar un ejemplo, porque hay mujeres que
afrontan peores situaciones dependiendo el entorno en el cual se sitúen, no
obstante, concuerdo con que el feminismo radical en el Perú que se plagia del
europeo, cuando las mujeres muestran sus senos al libre albedrío porque si un
hombre puede mostrar su pecho porque ellas no, me recuerdan a los frenéticos
hinchas que se quitaban los polos y los movían en el aire enviciados por un
gol, habían barristas que cuando no ganaba su equipo se desquitaban con el
quipo contrario y les buscaban pelea de la nada, todo eso, me alejo de la
barra, y actos como denunciar en redes sociales jóvenes a poetas por opinar o
ser como son, me aleja de un feminismo en el que creo , porque yo también me he
cuestionado sobre que rol cumple la mujer en el mundo, pero los exceso que nos
muestran irracionales, más que ser una pasión denota una rabia que no se
desfogo en su momento, que pertenece al pasado y no por eso deja de ser parte
de la historia, pero que debe quedar como una enseñanza y no como un mal ejemplo
para proceder mal y ponernos en contra de los hombres.
El sábado empieza el mundial, y muchos
hinchas de distintos equipos celebraran los goles de la selección con un abrazo
fraterno olvidando camisetas y banderas, olvidando rencores y peleas
callejeras, mientras un voz al unísono, flameará en el aura, con una sola
palabra de tres letras, GOL, GOL, GOL.
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