MATAGENTE


MATAGENTE Rodolfo Ybarra

 

Matagente, no es la explicación de un inocente juego popular, este manual de autoayuda para cometer asesinatos nos muestra la misantropía del ser humano, en la forma de un zorro, un ser astuto y frívolo, llamado Atoj.
Atoj, nos hace comprender con sus monólogos el porqué de sus comportamientos sociópatas, de repente fue que nació así, y que los suyos son una raza distinta, una raza execrable y odiable, pero la verdad es que él solo subvierte conductas que lamentablemente no solo existen en la ficción.
Asesinar a prostitutas, violar a niñas indefensas, torturar a adolescentes, cometer filicidio entre otras perversidades provocan desprecio en una ordenada sociedad; pero la sociedad ficticia que nos muestra el autor de Matagente es consecuencia de frustraciones, insatisfacciones,  vértigo e incomodidades (quizás una crítica a la sociedad en que realmente vivimos) el autor nos muestra escenas escatológicas explícitamente narradas, con una espléndida construcción del lenguaje y una riqueza gramatical, donde narrará la vida de Atoj para tener un porqué.
El protagonista Atoj empieza a cometer crímenes desde temprana edad, para su adolescencia, se sacraliza como asesino con una arma blanca: un indefenso trompo, luego asesinará a su abuelo y a su madre, y a medida que crezca nos irá sorprendiendo con las perversidades que cometerá, todo esto sin que se lo acuse de nada, logrando salir intacto de sus fechorías.
En esta novela Ybarra lo apuesta todo, en esta novela que no pretende ser tibia, tan así que acabando la obra, los lectores tendrán que controlar impulsos y emociones encontradas, ya que la novela probablemente les lleve a atacar a alguien, como lo hace Atoj en una procesión del Sr. de los Milagros, donde les dispara a tres fieles por la espalda, los cuáles creen que ese dolor en el pecho es el fervor religioso que arde en una conglomeración de tanta energía, al mismo tiempo los lectores terminarán odiando al antagonista, que es al mismo tiempo el protagonista, ni siquiera el hecho de saber sus orígenes lo salva: un padre poeta que se suicida, una madre abnegada y entregada, un hermano pudiente, un abuelo sabio, ni un par de amigos malandrines; vuelven humano a este protagonista; pesa la misantropía que fluye desde el inconsciente del psicólogo Atoj.
No obstante, en la novela se nos revela una realidad que no es ajena al día a día, porque negar el hecho de que existen asesinos que no son atrapados, sería vendarnos los ojos; así mismo, el final de la novela nos muestra un halo de coherencia porque Atoj es llevado por un patrullero luego de disparar a los tres fieles, enmarrocado nos advierte del final pero un final abierto después de todo, porque el muchacho que amaba dibujar monstruos desde niño termina vivo al final de la novela.
Lo impresionante es que Rodolfo Ybarra nos atrapa con su narrativa, y como venía diciendo desde hace mucho, el no necesita la patadita de la suerte del Nobel Mario Vargas Llosa porque su obra habla por sí sola, un personaje que ya es parte de la Lit. Peruana y que visitará la ciudad blanca en Febrero del 2019, no debe ser desmerecido, todo lo contrario aprovechar y absorber mucho de su presencia; ahora vamos por “Secreto de estado”.
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Fotografía tomada en el Festival "En octubre sí hay milagros" por Miguel Guevara; Rodolfo Ybarra acompañado de los escritores Orlando Mazeyra y Gustavo Pino en la ciudad blanca de Arequipa.


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